¿Sabes cuáles eran las estrategias de Joseph Goebbels?

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¿Sabes cuáles eran las
estrategias de Joseph Goebbels?
Por Prodavinci | 23 de abril, 2013


La figura de Joseph Goebbels dentro de la maquinaria criminal nazi está dotada de
matices más borrosos de lo que la historia convencional suele reflejar. El ministro de
Propaganda e Información bajo Hitler dibujó una larga sombra sobre el resto de sus
compatriotas, siendo su personalidad fría e iracunda, al igual que su inigualable
devoción por el Führer, los atributos personales que lo catapultaron históricamente
como la segunda figura política más recordada de la Alemania Nazi. El manejo
propagandístico del régimen se impuso a lo largo del país y del resto de territorios
conquistados, plasmando el imaginario de Hitler por toda Europa y en la mente y
corazón de miles de europeos.
Sin embargo, la pretendida sabiduría publicitaria de Goebbels puede haber sido
exagerada. La sobrevaloración de Goebbels en la historiografía nazi puede
desprenderse de que cualquier promoción hecha por Goebbels sobre el régimen
resultaba en un espejo que abarcaba no sólo a la personalidad de Hitler, sino la suya
también. La demagogia de Goebbels siempre partía de su propia y descomunal ansia
de destacarse entre las filas de partidarios nazis, hasta llegar al punto de explotación
de su propia imagen de “hombre influyente” dentro del gobierno, la cual diseminó
implícitamente por todos los medios comunicacionales a su disposición. Después de
todo, no podía caer mal entre los nazis ser visto como la mano derecha del líder.
Esta obsesión por la imagen propia puede develarse en su trabajo como ministro.
Goebbels desplegó orgullosamente sus “11 principios de propaganda” que sirvieron
para consolidar el ideario nazi en Alemania:
1. Principio de simplificación y del enemigo único. Concentrar la ideología en un
ícono particular, y de igual forma reducir a todos los posibles contrincantes en una
sola imagen enemiga.
2. Principio del método de contagio. Encasillar bajo una categoría única las
posibles vertientes adversas.
3. Principio de la transposición. Adjudicar los errores propios al enemigo, negando
toda responsabilidad ante la población y distraerla del origen del hecho.
4. Principio de la exageración y desfiguración. Desvirtuar hechos y declaraciones a
favor del régimen. Mientras más grandilocuente y persuasivo, mejor.
5. Principio de la vulgarización. Llevar tu discurso a las masas implica reducirlo en
apariencia a su nivel de entendimiento, con el fin de captar la mayor parte de la
población. Aprovechar las limitaciones analíticas de la masa.
6. Principio de orquestación. Establecer un discurso reiterativo y sin fisuras
ideológicas, aunque no sea honesto. Según Goebbels, “si una mentira se repite
suficientemente, acaba por convertirse en verdad”.
7. Principio de renovación. La emisión constante de información no sólo distrae al
público de los temas que más aquejan a la nación, sino que sobrecoge al rival que no
puede abarcar todo el contenido que enfrenta.
8. Principio de la verosimilitud. Legitimar tu discurso a partir de piezas o fragmentos
de información verídica.
9. Principio de la silenciación. Desechar y eliminar los temas sobre los cuales el
régimen no tenga respuesta, y minimizar los aspectos favorecedores del enemigo
imponiendo una presencia silenciadora en todos los medios posibles.
10. Principio de la transfusión. Explotar y promover actitudes y sentimientos
viscerales, como el odio o los prejuicios, que se transformen en conductas
establecidad que favorezcan al régimen.
11. Principio de la unanimidad. Convencer a las masas de que hay una simpatía
unánime por el gobierno y sus líderes.
Estas herramientas publicitarias pueden verse no sólo en la Alemania nazi, sino en
decenas de departamentos de propaganda de gobiernos internacionales desde
entonces. Sin embargo, la brillantez universal de estos parámetros no parte
necesariamente del ingenio, sino del narcisismo. El doctor Leonard W. Doob, tras
analizar la mecánica de las acciones propagandísticas del ministro, amplía los
principios de Goebbels a 19, los cuales son:
1. Los propagandistas deben tener acceso a la información referente a los
acontecimientos y a la opinión pública.
2. La propaganda debe ser planeada y ejecutada por una sola autoridad. A esta figura
le concierne:
A.- Emitir todas las directrices de la propaganda.
B.- Explicar las directrices de la propaganda a los funcionarios importantes y
mantener su moral.
C.- Supervisar las actividades de otras agencias que tengan consecuencias
propagandísticas.
3. Las consecuencias propagandísticas de una acción deben ser consideradas al
planificar esta acción.
4. La propaganda debe afectar a la política y a la acción del enemigo:
A.- Suprimiendo el material propagandístico capaz de facilitar al enemigo
informaciones útiles.
B.- Difundiendo abiertamente propaganda cuyo contenido o tono conduzca al
enemigo a sacar las conclusiones deseadas.
C.- Incitando al enemigo a revelar informaciones propias de carácter vital.
D.- Absteniéndose de toda referencia a una actividad que perjudique al enemigo
cuando ella pudiera desacreditar tal actividad.
5. Debe haber una información no clasificada y operacional a punto para completar
una campaña propagandística.
6. Para ser percibida, la propaganda debe suscitar el interés de la audiencia y debe
ser transmitida a través de un medio de comunicación que llame poderosamente la
atención.
7. Solo la credibilidad debe determinar si los materiales de la propaganda han de ser
ciertos o falsos.
8. El propósito, el contenido y la efectividad de la propaganda enemiga, la fuerza y los
efectos de una refutación, y la naturaleza de las actuales campañas propagandísticas
determinan si la campaña enemiga debe ser ignorada o refutada.
9. Credibilidad, inteligencia y los posibles efectos de la comunicación determinan si los
materiales propagandísticos deben ser censurados.
10. El material de la propaganda enemiga puede ser utilizado en operaciones cuando
ayude a disminuir el prestigio de ese enemigo, o preste apoyo al propio objetivo del
propagandista.
11. La propaganda negra debe ser empleada con preferencia a la blanca cuando esta
última sea menos creíble o produzca efectos indeseables.
12. La propaganda puede ser facilitada por líderes prestigiosos.
13. La propaganda debe estar cuidadosamente sincronizada.
A.- La comunicación debe llegar a la audiencia antes que la propaganda competidora.
B.- Una campaña propagandística debe comenzar en el momento óptimo.
C.- Un tema propagandístico debe ser repetido, pero no más allá del punto en que
disminuya su efectividad.
14. La propaganda debe etiquetar los acontecimientos y las personas con frases o
consignas distintas.
A.- Deben suscitar las respuestas deseadas que la audiencia posee previamente.
B.- Deben poder ser aprendidas con facilidad.
C.- Deben ser utilizadas una y otra vez, pero sólo en las situaciones apropiadas.
D.- No pueden ser distorsionadas o devueltas por el enemigo o la población.
15. La propaganda dirigida al frente nacional debe evitar el suscitar falsas esperanzas
que puedan quedar frustradas por los acontecimientos futuros.
16. La propaganda en el frente nacional debe crear un nivel óptimo de ansiedad.
17. La propaganda dirigida al frente nacional debe disminuir el impacto de la
frustración.
A.- Las frustraciones inevitables deben ser previstas. Consiste en que una frustración
podía resultar menos decepcionante si se eliminaba el elemento de sorpresa o
choque.
B.- Las frustraciones inevitables deben ser planteadas en perspectiva. Es dar a los
alemanes lo que él llama Kriegsüberblick, es decir, una panorámica general de la
guerra. Éstos perderían la confianza en su régimen.
18. La propaganda debe facilitar el desplazamiento de la agresión, especificando los
objetivos para el odio.
19. La propaganda no afecta de inmediato a fuertes tendencias contrarias; en vez de
eso, debe ofrecer algún tipo de evasión o distracción, o ambas.
Los preceptos de Doob no sólo son más clínicos y detallistas sobre los procesos de
diseminación de información nazi, sino que traen a tierra la visión idealista del
organizador supremo del condicionamiento mental del pueblo que Goebbels construyó
en sus 11 principios. Como se ve en los principios 1, 2, 6, 7 y 12, muchas de las
acciones embarcadas en la campaña mediática nazi tenían como fondo ensalzar no
sólo a Hitler, sino al aparato de condicionamiento sobre el cual se sostenía su
gobierno. Dicho en otras palabras: Goebbels.
Para el hombrecillo de baja estatura y mal carácter, la exposición propagandística fue
el trampolín para elevar a su ídolo al Olimpo de los íconos. Pero cuando Goebbels se
sitúa como la encrucijada por la que fluye toda la información, cuando se visualiza
como ente de prestigio y autoridad sobre todo conocimiento, cuando oficializa la
necesidad de atraer atención y concentrarla bajo su comando, entonces Goebbels se
convierte en un lamentable mito en sí mismo.

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